William Rey: “Hay intereses encontrados entre la defensa de una memoria y el desarrollo de un presente”
septiembre 21, 2022
Preservar el patrimonio o construir nuevas edificaciones se ha presentado como una falsa dicotomía: se opta por uno o por otro. Sin embargo, el director general de la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación, William Rey, cree que es necesario negociar y conciliar las dos posturas.
Por Alejandra Pintos
Se ha vuelto cada vez más común ver en redes sociales a montevideanos indignados por la demolición de una vivienda que es tirada abajo para dar lugar a la construcción de un edificio. Y es que, como explica William Rey, director general de la Comisión del Patrimonio, “el conflicto es lo que genera cultura patrimonial”.
Es esa tensión, entre el conservacionismo y la construcción de lo nuevo, la que enciende la discusión en cuanto al patrimonio en Uruguay. Y, aunque por un lado Rey ve de manera positiva la preocupación, por otro, cree que va en detrimento de la dinamización de las ciudades.
–¿Cómo se encuentra parado Uruguay en cuanto a patrimonio?
–Uruguay está parado en el pasado, en los años setenta, cuando la Ley 14.040 fue creada. Pero el concepto de patrimonio ha ido cambiando en los últimos 50 años de manera acelerada: ha cambiado el concepto mismo, los recursos que se vinculan al patrimonio, los bienes patrimoniales, y ha cambiado la escala. Había una mirada muy objetualista, no había una mirada urbana del patrimonio. Aunque por esa época ya había aparecido la Carta de Venecia que hablaba de la importancia de ver a los bienes patrimoniales en sus contextos.
–¿Qué países son referentes en cuanto a su tratamiento del patrimonio?
–Italia es un país paradigmático en materia de patrimonio desde el siglo XIX. Es un lugar de permanente debate sobre el patrimonio cultural: la cantidad de capas, de culturas históricas que uno puede descubrir es impresionante. Esa complejidad invita a una reflexión permanente como es el caso de los italianos, que son muy conflictivos pero siempre están aportando buenas ideas y buenas líneas metodológicas.
El patrimonio está atado al conflicto: es lo que genera cultura patrimonial. Es inevitable que exista, porque hay siempre intereses encontrados entre la defensa de una memoria y el desarrollo de un presente. Hay que tratar de llegar a acuerdos, de entender que las dos cosas son importantes. Hay un verdadero dogmatismo patrimonial que no entiende que el mundo tiene que cambiar. Y, por otro lado, hay que tener presente que hay un pasado que nos identifica y que tenemos que recordarlo, respetarlo y mantenerlo.
–En redes sociales suele haber polémica cuando se demuelen casas, no necesariamente porque sean patrimoniales. ¿Qué opina?
–Uno tiene que asumir que los bienes se tornan patrimoniales cuando hay un colectivo al que le importan. Aunque también es verdad que muchas veces hay actividades de denuncia, posiciones de atrincheramiento, que tampoco le hacen bien al patrimonio. Pero también me alegro mucho de que el conflicto se plantee porque me habla de que está instalado; peor era cuando se demolía y a nadie le importaba nada. La falta de viviendas en América Latina obliga a pensar que tenemos que resolver una dimensión urbana patrimonial y una vivienda, entonces el stock antiguo no puede ser musealizable. Sobre todo si esa vivienda está en un área que nos importa dinamizar y densificar, como la Ciudad Vieja. Si tenemos un sector en una elevada condición de vacío, eso habla justamente de una necesidad, no solo de rehabilitación arquitectónica sino de rehabilitación urbana. Eso se logra con la llegada de nuevos vecinos, y para eso son necesarios mecanismos de estímulo, como hemos visto con la Ley de Vivienda de Interés Social. Creo que es vital la participación de la Intendencia, que libere la contribución inmobiliaria por un periodo de tiempo, para que las personas elijan vivir en ese lugar con un costo exonerado.
“La falta de viviendas en América Latina obliga a pensar que tenemos que resolver una dimensión urbana patrimonial y una vivienda, entonces el stock antiguo no puede ser musealizable”.
–¿Existe algún proyecto de adaptación o conservación que considere exitoso?
–Hay muchos. Una tienda comercial como era Casa Mojana, transformada en el Centro Cultural de España es un ejemplo muy bueno. Creo que estamos frente a una serie de futuros cambios que pueden ser positivos. Me preocupa el seguimiento que algunas organizaciones están haciendo del Dique Mauá. Todavía no conozco el proyecto, y porque no lo conozco no opino. Pero puedo adelantar que entiendo que la situación en el dique es muy mala, que lo que hay hoy no beneficia a nadie. Lo primero que tendería a pensar es que un cambio es bueno. Ahora, cuando empezamos a cargar las armas sin verlo, eso no le hace bien al patrimonio.
–Esos proyectos muchas veces se terminan enfriando y se dejan de lado si están generando polémica.
–Eso tiene mucho que ver con la cultura política. Evitar la crítica no haciendo nada es un mal camino. Falta cultura de la negociación, hay que aprender que se gana y se pierde. Mis compañeros de la academia tienden a maximizar posiciones y a asumir que es el modelo ideal, o no es nada. Y ese es un gravísimo error.
–¿Existen profesionales capacitados para hacer restauraciones?
–No, tenemos un vacío. El país está pidiendo que se genere una escuela de restauración. Hay buenos restauradores, pero en un número bajo, que cuando nos tenemos que enfrentar a una obra de escala no damos abasto. Muchas instituciones necesitan tener conservadores de forma permanente; necesitamos buenos ebanistas, buenos restauradores del mármol, de papel, etc. Por ejemplo, hay que trabajar –y en serio– en el Palacio Legislativo, donde hay una tarea permanente de conservación, pero son menos que hace 30 años.
“El patrimonio de valor, por el que peleamos muchas veces, en algún momento fue construcción. Para seguir generando nuevas arquitecturas de calidad es necesario edificar”.
–¿Construir o conservar es una falsa dicotomía?
–No son conceptos en oposición. Construir hay que construir, es importante. Y el patrimonio de valor, por el que peleamos muchas veces, en algún momento fue construcción. Para seguir generando nuevas arquitecturas de calidad es necesario edificar, incluso en puntos importantes de la ciudad o en espacios que son patrimoniales. Tenemos que admitir lo nuevo. Si esta no fuera la mirada, difícilmente se hubiesen construido edificios como el Panamericano o el hotel Rambla. En un espíritu de querer controlar todo no se le deja espacio a la buena arquitectura.