Lo que hay detrás de los números
mayo 3, 2021
Por Ing. Diego O’Neill, presidente de la Cámara de la Construcción del Uruguay
A pesar de la pandemia, en 2020 no hubo destrucción de puestos de trabajo en la construcción. Esto se debió, en gran parte, a las obras del Ferrocarril Central y la tercera planta de celulosa. Aunque ambas todavía serán un impulso en 2021, comenzarán a decaer en 2022, por lo que es necesario preguntarse cuáles serán y cómo se financiarán las nuevas inversiones que estimularán la construcción y, con esta, la reactivación económica y la generación de empleo.
En el pasado mes de marzo, el Banco Central del Uruguay (BCU) presentó el informe de actividad económica del año 2020. Los datos, como era esperable, marcan que la economía en su conjunto se retrajo un 5,9%, cifra que se explica por el impacto de la pandemia que nos afecta desde hace más de un año y cuyos efectos permanecerán aún por un buen tiempo. En ese marco general, el único sector que tuvo crecimiento en 2020 fue la construcción, con un leve aumento de 1,8%. Detrás de este número frío, con cuyo significado están familiarizados economistas y otros expertos, se esconden realidades que es importante comprender y que en definitiva tienen que ver – y mucho– con el desarrollo del país y la vida de su gente; en particular interesa analizar el comportamiento del empleo y de la inversión.
En cuanto al empleo, la ocupación promedio de mano de obra directa bajo la Ley 14.411 para el año 2020 es casi idéntica a la de 2019. A pesar de la licencia especial por la pandemia que paralizó la actividad por casi dos semanas y el bajón producido en los meses de abril y mayo hasta el repunte que comenzó a advertirse a partir de junio, en nuestro sector podemos decir que no hubo destrucción de puestos de trabajo. Más aún, la tendencia al cierre del año fue en aumento, por lo que las proyecciones para 2021 son de crecimiento de la ocupación. Si consideramos que por cada trabajador directo en obra se estima que hay más de un trabajador indirecto o fuera de las obras llevando el peso del sector construcción próximo al 8% del total del empleo, las expectativas para la generación de puestos de trabajo desde el sector construcción para el año en curso son auspiciosas.
Resulta imprescindible contar con un plan de inversión en infraestructura que reactive y dinamice la actividad y la ocupación, generando además mejores condiciones para la inversión privada.
Pero si hay trabajo es porque hay inversión, por lo que resulta de interés saber cuáles fueron las inversiones que impulsaron el crecimiento. En un análisis histórico, la inversión en construcción se compone en un 30% de inversión pública, en un 50% de inversión privada productiva y comercial, y en un 20% de inversión privada en vivienda. Según el informe del BCU, el desarrollo del sector construcción en 2020 tuvo su mayor empuje en el cuarto trimestre, con un crecimiento del 7,5% respecto al mismo trimestre del año anterior, y destaca que “[…] este desempeño se explica principalmente por las obras de infraestructura llevadas a cabo para la construcción del Ferrocarril Central y la instalación de la tercera planta de celulosa. Por otra parte, la construcción de edificios residenciales presentó una caída […]”. La inversión del Ferrocarril Central, aunque el financiamiento sea privado, al final del día se trata de una inversión en infraestructura pública, mientras que la planta de celulosa es una inversión privada de tipo productivo.
Ahora bien, las obras del Ferrocarril Central y UPM significarán un impulso todavía en 2021 para comenzar a decaer en 2022, por lo que es necesario preguntarse cuáles serán las nuevas inversiones que estimularán la construcción y, con esta, la reactivación económica y la generación de empleo. Es esperable que la inversión privada en vivienda aumente al am – paro de las medidas del Poder Ejecutivo respecto de la vivienda promovida y los proyectos que califican en la Comisión de Aplicación de la Ley de Inversiones (Comap), pero por su peso relativo en el total de la inversión esto es insuficiente para mantener el crecimiento. Por el lado de la inversión privada de tipo productivo –algo que depende de muchas condicionantes y por lo que los países compiten otorgando distintos beneficios para radicarlas en su territorio–, en este contexto de pandemia mundial hay demasiada incertidumbre como para depositar la confianza en que las inversiones llegarán. Por tanto, resulta imprescindible contar con un plan de inversión en infraestructura que reactive y dinamice la actividad y la ocupación, generando además mejores condiciones para la inversión privada. Somos conscientes de las restricciones fiscales, pero entendemos imprescindible encontrar los mecanismos de financiamiento con el sector privado para poder llevar adelante esas inversiones que son vitales para el desarrollo del país y el bienestar de la población. La megainversión chilena en infraestructura, de la que hay un artículo en esta edición de la revista, es un ejemplo a atender. Pero de este tema nos seguiremos ocupando en las próximas ediciones.