Carlos Steneri, el filósofo de la economía
diciembre 23, 2022
A Carlos Steneri la vida lo puso a prueba varias veces. Tras la muerte de su padre asumió con 19 años la responsabilidad de sostener a su madre y su hermano, haciéndose cargo de la empresa familiar. Años después, en el cambio de siglo, uno de los primeros cinco economistas que formó el país lucharía contra un cáncer que casi le cuesta la vida y jugaría un papel importante en la salida de la mayor crisis económica en la historia reciente del Uruguay.
Por Diego Barnabé
“¿Ves lo que es manejar un tambo online? Acá el paisano me dice que le saca una foto a la cruceta de la enfardadora, así ya la compro, se la llevo y me ahorra un ida y vuelta”, me comenta divertido Carlos Steneri en una de varias interrupciones por una llamada a su celular. No parecía inicialmente motivado cuando lo contacté para la entrevista: “Respecto a mi carrera profesional, es pública y no existe demasiado para agregar”, respondió por escrito el economista Steneri, ex agente financiero del gobierno uruguayo en Estados Unidos durante la crisis de 2002 y director de la Unidad de Gestión de Deuda del Ministerio de Economía y Finanzas entre 2005 y 2010. Sin embargo, la puerta quedó abierta para un encuentro que finalmente se concretó en su casa del barrio Carrasco, sobre la rambla montevideana.
“No quiero quedar como un héroe”, aclara, “uno hace las cosas lo mejor que puede en el ámbito donde le toca. Era mi profesión y se trató de hacer las cosas lo mejor posible y salió bien. Que a uno lo reconozcan está bien, pero no esa cosa de gesta. Hay tantas gestas que a veces son menos visibles, pero tan importantes para el resto de la sociedad, que me pongo nervioso cuando se enfocan en mí por lo que pasó en 2002, por el resto de los colegas que participaron y pusieron su granito y porque fue un trabajo de equipo. No lo digo por falsa modestia, sé lo que hice, salió bien, fuimos por todo el mundo invitados a hablar del tema, todo bárbaro, pero hasta ahí llegó, hay un límite”.
Aunque no lo quiera, a sus 77 años sigue siendo recordado como uno de los artífices de la salida “a la uruguaya” de una crisis que permitió al país desmarcarse de Argentina y evitar un default. De hecho, a 20 años del feriado bancario que marcó la crisis económica y financiera de 2002, el Comité Ejecutivo Nacional del Partido Colorado homenajeó a las figuras que, a su juicio, colaboraron en enfrentar sus efectos y posibilitar una salida, entre ellos los técnicos que ‒junto al embajador Fernández Faingold‒ encabezaron la negociación con el FMI que permitió al país encontrar una salida: Carlos Steneri, Ariel Davrieux e Isaac Alfie. Autor del libro Al borde del abismo: Uruguay y la gran crisis del 2002-20031, Steneri sigue siendo consultado desde el exterior al respecto. En 2019, cuando el gobierno argentino anunciaba una reprogramación de su deuda, crecía en la vecina orilla el interés por saber cómo hizo Uruguay el canje de deuda en plena crisis económica, inquietud que se repitió en 2021 cuando Argentina estaba en dificultades con su deuda y el teléfono sonaba una y otra vez en la casa de la familia Steneri Berro en Montevideo, “bastó que me llamara una persona y le diera una entrevista… Después eran todos los canales argentinos”.
PROFESIONALIZAR EL MANEJO DE LA DEUDA
Steneri recuerda con orgullo el camino recorrido desde la creación de la oficina de deuda en el tramo final del gobierno de Jorge Batlle y su consolidación durante el primer gobierno del Frente Amplio, luego de que el entonces ministro de economía, Danilo Astori, le renovara la confianza como director, a pesar de ser colorado. “Hicimos cosas innovadoras, usando experiencia y contactos. Le fue bien al país y fue la base del trabajo que continuó con Azucena Arbeleche como directora y después con Herman Kamil”.
RAÍCES ITALIANAS
Carlos Steneri se reencontró con sus orígenes italianos en 1972, cuando estudiaba en Nápoles. “Tenía una idea muy vaga de que la familia venía de Recco, en la región de Liguria, al sur de Génova. Fuimos con mi esposa y no solo encontramos el lugar sino, también, a los parientes que eran primos hermanos de mi padre. No podían creer que habían vuelto los descendientes de María, mi abuela paterna de apellido Terrile, que partieron hacia América. Y a tres kilómetros estaba Avegno, el pueblo de mi abuelo. Tiempo después me saqué allí una foto con mis hijos en la callecita viale Steneri. Por el lado de mi madre son de lo que se llama la Valtelina, donde comienza el Lago di Como cerca de la frontera austríaca, y el pueblo nativo de los Pedranzini es Bormio. Son mis raíces, aunque me siento 100% uruguayo”. No por casualidad, Carlos es presidente desde hace un año y medio de la Cámara Mercantil Uruguay-Italia.
EL TAMBO, SU CABLE A TIERRA
Hace más de diez años que el experimentado economista dejó de servir al Estado uruguayo como agente financiero. Actualmente integra el directorio del banco BBVA y dedica parte de su tiempo al tambo familiar heredado de su abuelo, del cual se ocupa junto a Gustavo, su hermano menor que es veterinario. “Es otro mundo, me baja a tierra”, confiesa, “la previsibilidad desaparece porque si, por ejemplo, se rompe la máquina de ordeñe ‒que es el corazón del tambo‒ estamos en crisis; y eso puede pasar a las dos de la madrugada o el día de Nochebuena. Siempre me gustaron las plantas; sembrar, entender el ciclo de la naturaleza”, declara. “Desde el punto de vista de mi profesión me sirve para entender que, en este caso, no hay una relación absoluta entre lo que uno hace y lo que obtiene, hay una zona gris que depende de otras cosas”, asegura Carlos, que dice tener un enorme respeto por una actividad a la que siempre estuvo ligado como economista. “Somos un país agropecuario, pero si preguntamos a los niños del pueblo que está cerca del tambo de dónde sale la leche, responden ‘del supermercado’. Todavía no tenemos una cultura centrada en eso como los neozelandeses, hay una cierta ambivalencia con el agro que nuestra sociedad no integró demasiado a su ser nacional”, se lamenta.
En el tambo, que está sobre la Ruta 11 cerca de San Jacinto, suele poner en práctica otra de las pasiones familiares compartidas: “como hombre antiguo, me gustan la mecánica y los autos; a mi hermano y a mis hijos también. Mi padre nos estimuló, ‘si se rompe el auto, lo arreglás’, solía decirnos”. Tiene un Alfa Romeo Spider de 1986 comprado en Estados Unidos en el que aún anda y a través del cual canaliza su pasión.
EN EL PAÍS DE LAS CERCANÍAS
Carlos Steneri considera su vida como un ejemplo más de la movilidad vertical característica del Uruguay. “Somos un país de cercanías donde todos nos conocemos, donde no se mira de dónde venís sino lo que vas haciendo a lo largo de la vida. Mis abuelos paternos llegaron desde Italia analfabetos, mi padre comenzó a trabajar apenas terminó la escuela y los que seguimos somos fruto del esfuerzo, del trabajo como necesidad y como hecho moral, porque trabajar permite conocerse, ir superando dificultades, progresar; obviamente la suerte ayuda”, razona.
Carlos vivió su infancia en el barrio Goes, luego la familia Steneri Pedranzini se mudó a Parque Rodó y sus padres, Armando y Nélida, lo alentaron a estudiar. Cuando tenía 19 años y estaba entrando a facultad de Ciencias Económicas su padre falleció y Carlos debió hacerse cargo de la empresa de su padre, que había sido despachante de aduana. Fueron años de estudiar y trabajar en paralelo. En la universidad descubrió su verdadera vocación en una carrera que recién se generaba, la de economista. “Quemé las naves… Me gustaban los temas sociales, la historia, la matemática, disciplinas que se ponían en juego en la economía, y me largué; hice un giro importante en mi vida y dejé la empresa de mi padre luego de tres años. Es lo que hay que hacer, jugarse por aquello que uno quiere”, asegura.
TIEMPOS DISRUPTIVOS
El Flaco, como lo llaman cariñosamente sus amigos, había entrado a facultad a mediados de los sesenta. “Había ruptura en todo”, recuerda, “crisis económica y política, guerrilla, disrupción en la música, Los Beatles, los movimientos hippies, la resistencia a la guerra de Vietnam. Los economistas teníamos la idea de que podíamos cambiar el mundo, estudiábamos modelos alternativos al capitalismo para aplicarlos. La idea era que el modelo heredado tras la Segunda Guerra Mundial se había agotado y había que cambiarlo”.
En 1971, Carlos Steneri fue uno de los cinco primeros titulados del Uruguay como “Licenciado en Economía”, junto a su actual amigo Jorge Caumont. Tras una primera beca de estudios en Italia, comenzó a hacer sus primeras armas en la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) al lado de los contadores Bensión y Zerbino. Tras el golpe y la intervención de los militares que transformaron la OPP en la Secretaría de Planeamiento, Coordinación y Difusión, aprovechó un programa de becas gracias al cual varios economistas y agrónomos partieron a Estados Unidos para hacer posgrados. “El shock fue brutal porque nos dimos cuenta de que había otra biblioteca, que antes no parecía válida para solucionar los problemas que tenían nuestros países. Volvimos a Uruguay pensando distinto, generando cambios en la profesión, pero también tiranteces, aunque todos entendieron que hay leyes en la economía que son identidades contables y no se pueden violar”.
La sesión de fotos para la entrevista nos permitió acceder a un rincón de la casa que resume buena parte de la vida de Carlos Steneri, a través de fotos familiares con su esposa Mercedes y sus tres hijos, discos, títulos, libros y documentos. “Acá estoy en Chicago con Milton Friedman2, mi profesor, tomando una cerveza cuando acababa de ganar el Premio Nobel de Economía”, comenta sobre una foto que el tiempo tiñó de sepia. Aquel flaco de barba y lentes comenzó entonces a cultivar su gusto por el blues, interés que profundizó en la segunda y más larga etapa de su vida en Estados Unidos, a partir de 1989 y durante 21 años, período en que también fue director alterno del Banco Mundial y consultor del Banco Interamericano de Desarrollo y el Fondo Monetario Internacional.
LA CONSTRUCCIÓN COMO MOTOR
Uno de los sectores que requirió en alguna oportunidad del consejo de Steneri fue el de la industria de la construcción, que recientemente, recuerda el economista, “jugó un papel importante para atemperar los efectos de la pandemia. Nadie puede discutir lo que genera una carretera y la obra pública en general. Hay un espacio enorme que está limitado por la disponibilidad de recursos, pero existe la posibilidad de buscar fuentes de financiamiento de muy largo plazo, de 30 o 40 años, con la restricción de que la tasa de interés que se paga por ese préstamo sea menor que el retorno económico esperado de la inversión, que también podemos calcular. Se podría invertir un monto importante que superaría la capacidad de endeudamiento marginal que tiene el país. Todos sabemos que los países de la región somos deficitarios en infraestructura; si comparamos con Europa, EE. UU. o China estamos lejos”.
LA DEUDA SOCIAL
Así como apuesta a profundizar nuestra identidad como país agro productor y a jugar más fuerte en infraestructura a través de la obra pública, Steneri reclama una respuesta en el área social. “Es inmoral que a 20 cuadras de acá haya gente durmiendo bajo un cartón o una chapa. La sociedad uruguaya en su conjunto debe encaminar una solución, quizás con sacrificios, pero esa decisión hay que tomarla. Sé que no es fácil lo que propongo, se puede hacer con un poco más de esfuerzo endeudándose o también redireccionando gasto, con un poco menos de gasto corriente, pero con más inversión destinada a quienes están en situaciones extremas. No se resuelve en dos años, pero pasaron tres décadas y seguimos hablando y hablando. Si uno lo mira en términos de recursos es inadmisible; las sociedades enfrentan a veces eventos más difíciles, entonces tenemos que sentar las bases de esa mejora, por ejemplo, a través de la vivienda y otra vez el sector de la construcción es clave. Hay capacidad, tecnología y buenas empresas en el país. Es ponerse con un poco más de ambición y que la solución no sea patrimonio de ningún partido político sino de todos los uruguayos. No podemos quedar rehenes de la política, es un tema moral”.
1. Ediciones Banda Oriental, 2011.
2. Milton Friedman (1912-2006) es considerado uno de los economistas más influyentes del siglo XX. Ganó el Premio Nobel de Economía de 1976 y es uno de los precursores de la Escuela de Chicago, una escuela de pensamiento económico de gran relevancia en la defensa de la economía clásica del libre mercado.