Confieso que he vivido
noviembre 29, 2022
Fue parte del reducido grupo de mujeres que decidió estudiar arquitectura a fines de los cincuenta en Uruguay. Elena Svirsky Stolovich fue también la primera profesional en una familia de inmigrantes. Junto a su marido Samuel Feder lideró un estudio que se transformó en una marca en el ámbito de la construcción. Hoy continúa activa, canta, estudia y lee con pasión.
Por Diego Barnabé
“Algún día les servirá”, dice Elena Svirsky mientras pasa las páginas del libro que preparó para sus nietos. Reunió fotos, escribió y reconstruyó el árbol genealógico. Llegó a una altura de la vida en que sintió la necesidad de contar lo poco que cree saber sobre sus antepasados, para que la historia de la familia no se pierda con ella. Participa de un grupo de estudio con el historiador Gerardo Caetano, quien insistió en que Elena publicara su libro. Quizás no por casualidad elegimos sentarnos alrededor de una mesa que perteneció al histórico café Sorocabana. Comprada en un remate, ocupa un lugar protagónico en su apartamento. Desde un tercer piso que balconea los jardines del Club de Golf, la mirada luminosa y por momentos pícara de la arquitecta nos invita a recorrer su vida, sin eludir preguntas.
Sus abuelos, judíos lituanos y polacos, llegaron a Montevideo en 1926. Su abuelo paterno puso un restaurante de comida judía para inmigrantes frente a donde estuvo el viejo Mercado Central, a las puertas de la Ciudad Vieja. “Mi abuela cocinaba y él atendía a la gente”, cuenta Elena. Su padre, Fabiano, que había nacido en Vilna y hablaba yidis cuando llegó, sabía mucho de aritmética y no quiso ir a la escuela.
“Trabajó como tipógrafo en un diario de la colectividad judía y en una fábrica de cartón el resto de su vida. Conoció en la calle a Perla, mi madre, vendiendo ejemplares del diario Justicia. Fue un gran lector y tenía dos bibliotecas, una en yidis y otra en español, con libros encuadernados cada uno con su ficha”, de los que conserva algunos como testimonio.
Elena recuerda con orgullo que fue a la escuela pública, “como íbamos todos en esa época, la Venezuela a pocas cuadras de casa. Siempre fui muy tesonera, nada brillante pero muy estudiosa, a diferencia de mi hermano Ruben que no estudiaba nunca y sacaba las mejoras notas”, lanza indignada entre risas. Ya en secundaria descubrió su vocación en las clases de Cosmografía que daba Luis García Pardo(1) “que nos hablaba más de arquitectura que de astronomía”. El destino quiso que más adelante se reencontraran en el Consejo de la Facultad, representando ambos al orden de egresados en listas opuestas.
LOS AÑOS DE FACULTAD
Al terminar la secundaria, Elena dudó entre el servicio social y la arquitectura. Entró a la Facultad de Arquitectura en 1958. “No había antecedentes en la familia, fui la primera profesional. En facultad había poquísimas mujeres, pero mi padre y mi madre me impulsaron y me apoyaron mucho. Para ellos el estudio era lo más importante para hacer en la vida”.
Elena Svirsky conoció a Samuel Feder en una clase de teatro a mediados de la década del 50. Era tres años mayor que ella y llegó con un grupo de estudiantes de arquitectura para hacer la escenografía de un espectáculo dirigido por Mario Kaplún.(2) Poco después se ennoviaron, “estuvimos siempre juntos mientras vivimos”, suelta Elena en un sutil acto fallido que intenta corregir, pero que dice mucho del amor y de la complicidad que los unió por casi cincuenta años. Cuenta que lo apodaron “Carlitos” en honor a su padre Carlos, y que así le decían todos.
Los años de facultad estuvieron marcados por el contexto político y por la revolución cubana, con el congreso de la Unión Internacional de Arquitectos y el encuentro de estudiantes celebrados en La Habana en 1963, donde Elena escuchó el famoso discurso del Che Guevara a los estudiantes. “Fue muy impresionante, era un momento de gran entusiasmo, había una esperanza…” recuerda con nostalgia la arquitecta que está leyendo Personas decentes, el último libro del cubano Leonardo Padura. “Es terrible lo que está contando sobre lo que hoy vive su país”, reflexiona.
“La arquitectura monumental o de autor no ha sido mi camino, me importa que la gente viva bien y ayudar a que eso suceda”.
Arq. Elena Svirsky
Elena tenía militancia estudiantil. “Te va a hacer gracia”, me dice, “éramos trotskistas, como muchos en facultad, antiestalinistas, y eso nos tentó de Trotski. Hoy lo vivo casi como una anécdota. Nos echaron del trotskismo porque Carlitos y yo hicimos un casamiento religioso” ‒ríe a carcajadas‒. Dejó de militar cuando nacieron sus hijos en los años 64 y 66. La llegada de su primera hija, Carla, y luego de Marcos y Tobías, más el trabajo en el estudio junto a su marido, hicieron que Elena postergara el final de la carrera. “El último examen lo di con los mellizos pateando la puerta que yo tenía con llave donde estaba estudiando, dije ‘es ahora o nunca’”, ‒ríe‒, y se recibió de arquitecta en 1970. Ese mismo año terminaron su casa y se mudaron a La Mondiola.
EL ESTUDIO
Por aquellos años se habían vinculado al Frente Amplio. Carlitos presidió el comité de base llamado “26 de Marzo”, fundado en Pocitos. “Él era un hombre componedor por excelencia, donde estuvo lo elegían presidente,(3) buscaba que la gente que pensaba distinto se pusiera de acuerdo y yo lo cachaba por eso. Al comienzo de la dictadura en 1974 estuvo preso 4 o 5 meses y fue muy duro porque los niños eran chicos y porque mucha gente se aleja cuando hay un preso político en la familia, otros son de fierro y uno los descubre en esas circunstancias”. Fueron tiempos difíciles porque su hermano Ruben debió exiliarse y su primo Luis Stolovich estuvo preso.
Elena y Carlitos lograron salir adelante luego de ganar un par de concursos vinculados a gente de la colectividad judía y comenzar a trabajar para ellos. “Nos hicimos juntos y con el tiempo pudimos incorporar a Conrado Petit y después a Roberto Villarmarzo, ambos grandes arquitectos”. Pasaron los años y el estudio Feder-Svirsky, en sociedad con Petit durante mucho tiempo, se transformó en una marca en la construcción, con numerosos edificios de vivienda, industriales y centros educativos construidos. Quienes pasaron por el estudio destacan el don de mando y de organización entre las virtudes de Elena. A la hora de elegir, recuerda especialmente uno de sus primeros proyectos antes de recibirse que incluyó aulas hexagonales para la Escuela Integral Hebreo Uruguaya, y uno de los más desafiantes por sus dimensiones, el edificio Libertadores sobre la plaza San Martín, entre Agraciada y Uruguayana.
El fotógrafo Ramiro Rodríguez Barilari, investigador especializado en el patrimonio arquitectónico de Montevideo, advierte que la casa de “los Feder”, en la calle Luis Lamas entre Osorio y Buxareo, es un muy buen ejemplo de la arquitectura de su tiempo, con una gran calidad tanto en el diseño como en la realización. Ramiro, amigo cercano, recuerda que era una casa grande, de puertas abiertas, con visitantes y conversaciones interesantes, y destaca la infinita generosidad de la familia.
La muerte repentina de Carlitos en el año 2000, mientras jugaba un partido de tenis, fue una de las pruebas más difíciles y dolorosas de superar en la vida de Elena Svirsky, que la impulsó a dejar su lugar en el estudio familiar a sus hijos.
ACTIVISTA GREMIAL
A nivel gremial, Elena Svirsky Stolovich fue miembro de la Comisión Directiva de la Sociedad de Arquitectos del Uruguay a fines de los años 80 y participó de distintas comisiones. Desde 2014 integra su Tribunal de Ética. Elena se vinculó además a la Asociación de Promotores Privados de la Construcción del Uruguay (APPCU) y es parte de su Comisión Directiva desde 2015, actualmente como vocal.
MONTEVIDEO Y SU ARQUITECTURA
Cuando le preguntan sobre la ciudad en la que vive, Elena opina que “nuestra facultad formó a muchos buenos arquitectos, Montevideo ha sido bien construida”, y agrega “más allá de las medianeras, hay temas que no son de los arquitectos sino de las decisiones de los planes urbanísticos, es una ciudad muy vivible, a pesar de los daños que le han hecho”. Destaca los ejemplos de arquitectura art déco sobre la avenida 18 de Julio y el papel que jugó su colega Mariano Arana desde el Grupo de Estudios Urbanos, en defensa del patrimonio de la ciudad. “No estoy de acuerdo en defender todo lo viejo por ser viejo” aclara; sin embargo, “hay casos absurdos donde se obliga a conservar la fachada de una edificación que se considera patrimonial para sumarle un edificio encima, como el mamarracho que hicieron con la ex heladería Cantegril”.
Como profesional, Svirsky subraya que prefiere una arquitectura más cercana a las necesidades de la gente y que no pretendió dejar su impronta en la ciudad. “La arquitectura monumental o de autor no ha sido mi camino, me importa que la gente viva bien y ayudar a que eso suceda”. Sostiene que la vivienda es lo que siempre le interesó más de la arquitectura, porque tiene contacto directo con el hombre.
A sus 82 años, Elena Svirsky sigue muy activa tomando decisiones sobre las inversiones del estudio familiar. Participa de talleres de historia, literatura y cine. Practica pilates y canta en el coro Cantarsis bajo la dirección de Fredy Bessio hijo, experiencia que define como “alucinante, porque se siente una comunidad espiritual increíble al cantar en grupo, además de las amistades que surgen allí”. También da rienda suelta a su pasión de toda la vida, la lectura. El último kindle que le regalaron le permite acceder a libros del mundo entero a través de internet, como A orillas del mar, de Abdulrazak Gurnah, el primer autor africano negro en ganar el Nobel de Literatura en más de 30 años. “Narra la experiencia de una persona que llega a Inglaterra como inmigrante, está muy bien escrita”, dice, “y acabo de terminar La insumisa, de la uruguaya Cristina Peri Rossi, uno de los libros más maravillosos que leí últimamente”. Al despedirnos me confiesa que vivió con mucho disfrute los años de carrera y de profesional, “hay que elegir lo que a uno le gusta, no me cabe duda. A pesar de los dolores y algunas dificultades, he tenido una vida muy feliz”.
1. Luis García Pardo (1910-2006) fue un destacado arquitecto uruguayo que, junto a otros colegas formados en la década de 1930, introdujo las premisas formales y espaciales de la arquitectura moderna internacional.
2. Mario Kaplún fue un reconocido educador y comunicador argentino, que vivió y trabajó la mayor parte de su vida en Uruguay, considerado un referente y precursor del nuevo paradigma emergente de la “educomunicación”.
3. Samuel Feder, conocido como Carlitos, fue presidente de APPCU (Asociación de Promotores Privados de la Construcción), del Consejo Iberoamericano de Asociaciones Nacionales de Arquitectos, presidente de la Federación Panamericana de Asociaciones de Arquitectos.