Mariano Arana, hijo predilecto de Montevideo
mayo 3, 2021
La ciudad de Montevideo es uno de los grandes amores de la vida de Mariano Arana; preservar su patrimonio y apostar por su desarrollo urbano, una de sus grandes cruzadas. Aunque fue intendente, senador, ministro y edil, se define a sí mismo como arquitecto antes que como político. Revivimos junto a él un poco de su historia.
Por María José Fermi
Mariano Arana aún no sabía leer ni escribir cuando tuvo su primer romance con la arquitectura. Tenía 5 o 6 años y lo llevaban en tranvía a visitar a la hermana de su madre desde Cordón hasta la plaza Lafone en La Teja. Él no era de esos niños que preguntaba infinitamente cuánto falta para llegar, no; él, ensimismado, observaba cómo se dibujaba e iba cambiando la ciudad a su alrededor. Así fue como se enamoró de un gigante que empezaba a construirse en el cruce de Agraciada y Buschental, en el Prado. Le encantaba mirar cómo iba transformándose la edificación cada vez que hacía un nuevo viaje. Hoy, ocho décadas más tarde, a los 88 años, nos recibe en el último piso de aquel edificio que lo cautivó de niño y que de adulto convertiría en su hogar.
Arana, que fue intendente, senador, ministro y edil, se siente, primero que nada, arquitecto. Ingresó a la facultad en el 51 y aunque sí proyectó y estuvo en obra, su carrera terminó prioritariamente vinculada a la docencia y la investigación sobre urbanismo y patrimonio. Justamente la dictadura lo encontró dictando cátedra en la Facultad de Arquitectura. En respuesta a la destrucción del patrimonio arquitectónico que se vivía por aquella época es que, junto a un grupo de egresados y estudiantes, se creó el Grupo de Estudios Urbanos. “Debíamos hacer algo frente a la masacre que estaban haciendo con la ciudad. Fueron centenas de edificios y conjuntos urbanos víctimas de la barbarie”, recuerda sentado en su abarrotado apartamento del Prado. Aún hoy le indigna haber perdido al conventillo Mediomundo en el Barrio Sur, un edificio de influencia francesa en la plaza Constitución e infinidad de inmuebles en los barrios Reus Norte y Sur.
De aquella defensa feroz del patrimonio arquitectónico y urbanístico montevideano quedaron dos audiovisuales que armaron de forma artesanal. “Teníamos que juntar plata para comprar las películas en blanco y negro, y cuando había algo más, comprábamos a color. Teníamos encuadres verticales, otros horizontales. Era un relajo pero muy emotivo”, recuerda. Aunque desde una tribuna académica, este también era un grito contra la represión que le costó incontables idas a la comisaría.
DE ARTE Y POLÍTICA
Su pasión por el arte y por la literatura se desborda. Y no en sentido figurado. En su casa difícilmente entra un objeto más, aunque seguramente Arana le encuentre lugar. Hay cuadros, esculturas, tapetes y un sinfín de libros que es necesario reacomodar para encontrar dónde sentarse. En este mar, no es necesario sumergirse demasiado para encontrar absolutas perlas: hay trabajos de Torres García, Figari, Fonseca, Solari, Gurvich y Barradas, entre muchos otros. “Todo lo que ven acá, nada es regalo”, nos dice. “¿Por qué pude comprar yo estas cosas? Son gustos. Algunas jamás soñé con poder tenerlas”.
Papeles de toda clase aparecen desparramados por doquier. Los hay en la mesa del comedor, la ratona del living, sobre las pilas de libros en las sillas y esparcidos por su estudio. Muchos de ellos se observan repletos de apuntes, rayones y fragmentos resaltados. Está trabajando en dos futuros libros, aclara Mariano; uno de corte más arquitectónico donde mira desde lo teórico una docena de obras, y otro con escritos personales de los últimos años. “Quiero proponérselos a la Facultad de Arquitectura”, sostiene.
El impacto del Grupo de Estudios Urbanos fue enorme; tanto es así que, de vuelta en democracia, Arana terminó como presidente de la Comisión de Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural de la Nación. Después empezarían a llegar los cargos políticos. Para las elecciones municipales del 84 fue convocado por Líber Seregni casi el último día hábil para presentar candidaturas. “‘¿Pero me promete que no voy a salir?’, le dije. Yo nunca había pensado meterme en política”, confiesa. Efectivamente, aquella vez no fue elegido, pero en 1989 fue electo senador y en 1995 sí llegaría a la intendencia por dos periodos consecutivos.
Fue allí que desarrolló el Plan Estratégico de Montevideo. El foco era la planificación de la ciudad, el ordenamiento territorial del departamento y el fomento del desarrollo zonal buscando la descentralización. Hoy recuerda con especial cariño las plazas construidas y la ampliación de la red de saneamiento.
Entre 2005 y 2008 Arana fue ministro de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente de Tabaré Vázquez. Para cerrar casi cuatro décadas en cargos públicos terminaría siendo edil de su amada Montevideo entre 2015 y 2020. A pesar de todos los años, “nunca llegué a considerarme un político”.
IDENTIKIT
Mariano Arana nació el 6 de marzo de 1933, hijo de madre gallega y nieto por el lado paterno de gallegos y vascos (“una mezcla explosiva”, cuenta riendo). Es soltero, no tiene hijos, pero sí dos sobrinos nietos a los que adora. De niño no le gustaba su nombre. Estudió arquitectura y fue intendente, senador, ministro y –hasta el año 2020– edil de Montevideo. Es miembro fundador de Ediciones de la Banda Oriental y fundador de la fuerza política Vertiente Artiguista, integrante del Frente Amplio. Disfruta de los veranos en La Paloma con su sobrino y su señora, escucha a Bach y a Piazzolla a volúmenes cuestionables para sus vecinos, fue barítono en varios grupos corales y es un apasionado del arte en todas sus formas. El palco del Teatro Solís que pertenece a la intendencia fue rebautizado con su nombre en 2020 y, además, protagoniza un sello de la serie Personalidades Destacadas de Uruguay del Correo Uruguayo.
MEMORIA Y FUTURO
¿Cuál es el valor que tiene para una ciudad su patrimonio arquitectónico? Mariano se pone a filosofar mientras mira por la ventana los enormes árboles del Prado. “Siempre decíamos [en el Grupo de Estudios Urbanos] que la ciudad es una y múltiple; la ciudad es pasado y presente, pero también es presente y futuro; es pasado y proyecto; es pertenencia y cambio; es testimonio y profecía”.
Para Arana es necesario conocer de dónde se vino para saber adónde ir. “El futuro habita en la memoria”, dice. Advierte que esto, sin embargo, no significa cerrarle las puertas a lo nuevo. “Muchos arquitectos nos criticaban diciendo ‘son unos pasatistas’ y, bueno, hay algunos que sí. Por eso hay que tener cuidado y no enloquecerse, si hay que sustituir algo valioso por algo mejor, soy el primero en aplaudir. Tampoco podemos estar embobados con el pasado”.
Para el arquitecto es necesario preservar lo mejor de nuestra historia pero sin dejar de apostar por lo nuevo. “A las ciudades las hace la gente en un constante e interminable proceso de permanencia y de cambio”.
VISIÓN DE CIUDAD
Montevideo debería mirar “sin duda al oeste”, declara Arana. “En uno de los dos libros en los que estoy trabajando pongo mucho énfasis en cómo crece la ciudad y cuáles son los parámetros, porque siempre hay grandes especuladores. No siempre fueron malos; Piria, por ejemplo, fue uno con un éxito grandioso”.
El arquitecto, además, cree firmemente en seguir impulsando programas de vivienda. “La ciudad no es solamente de aquellos que son capaces de pagar su propia vivienda con grandes o medianas mansiones o vivir en un apartamento de 600.000 dólares. La ciudad debería ser útil también para aquellos que apenas tienen para poder acceder a una vivienda subvencionada”, dice.
La curiosidad del niño que miraba la ciudad por la ventana del tranvía no la ha perdido incluso hoy. Poner un pie en la calle es como estar de excursión: Mariano va siempre atento, ya sea caminando o en auto, observando edificios, casas, plazas, obras. No importa si son recientes o ya los haya visto un centenar de veces. Valora su historia, descubre algo nuevo o le da mayor sentido a algún detalle. También mira algún grafiti que haya podido aparecer por allí mientras acepta que le generan sentimientos encontrados: es expresión artística pero, en ocasiones, vulneran lo que él tanto quiere proteger.
PUERTAS ADENTRO
Arana se define a sí mismo como “un maniático”. Aborrece el frío; no se baña si no es con agua caliente y tiene tres estufas solo para su living/comedor. También detesta que se les cambien los nombres a las calles. “Es una falta de respeto a las ambulancias, a la Policía, al correo y a la gente. Hay miles de calles que no tienen nombre pero todo el mundo quiere que la gente esté en el centro”. Mariano sospecha que aquel odio nació cuando, viviendo con sus padres en una casa alquilada en la calle Colonia entre Minas y Piedad, le cambiaron de nombre a esta última por Carlos Roxlo.
A razón de la pandemia Arana le ha bajado la marcha a su agitada agenda. Está algo más guardado, pero nunca inmóvil. Entre apuntes, lecturas y nuevos proyectos, pasan los días para este amante de Montevideo que observa desde un lugar privilegiado la Iglesia de las Carmelitas. “Esta ventana la mandé a construir yo para mirarla, si no, no compraba este departamento”, confiesa fiel a sus manías.