Silvia Emaldi, una carrera iluminada
noviembre 20, 2023
Silvia Emaldi es la primera mujer presidenta en la centenaria historia de UTE. En los 37 años de experiencia que acumula en la empresa energética, jamás se aburrió ni se visualizó trabajando en otra compañía. Ingeniera en Sistemas de Computación, mamá de un adolescente y con una marcada vocación pública, busca dejar un buen legado que aliente a otras mujeres a ocupar cargos de decisión, y procura que todos los ciudadanos tengan acceso al servicio eléctrico.
Por Carla Rizzotto
Cuando debe pararse ante un numeroso auditorio, la presidenta de UTE se pone igual de nerviosa que cuando tenía que actuar públicamente con el grupo de teatro de su niñez. “Siempre he luchado contra mi timidez, entonces me genera cierto estrés estar frente al público”, confiesa Silvia Emaldi. No obstante, las técnicas de expresión y declamación que aprendió en la infancia con una vecina del barrio ‒fonoaudióloga y cuñada de la actriz Maruja Santullo‒ le sirvieron para plantarse hoy con más seguridad al momento de dar un discurso o hacer una presentación.
La exposición pública es justamente la mayor diferencia que encuentra entre su rol actual de autoridad máxima y el resto de los cargos anteriores en la compañía energética estatal. “Estaba acostumbrada a trabajar muchas horas, desde siempre, pero luego se sumó el plus de la exposición, las notas periodísticas y algunas coyunturas a las cuales no estaba habituada; yo era técnica”, asegura quien acumula casi cuatro décadas de trayectoria en la firma estatal que brinda servicios eléctricos en el país.
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Entró en 1986 mientras todavía estudiaba Ingeniería en Sistemas de Computación. Desde ese entonces comenzó a desarrollar una ascendente carrera dentro de la empresa, que la llevó a ocupar diferentes puestos en distintas áreas. En orden cronológico, se desempeñó como programadora, analista de sistemas, luego formó parte del Proyecto de Mejora de la Gestión de UTE, donde se especializó en administración de bases de datos y soporte técnico. En 1998 asumió como gerenta de la División Sistemas de Información y en 2008 pasó a liderar el área de Servicios Corporativos, hasta alcanzar en marzo de 2020 el cargo de mayor jerarquía.
¿Alguna vez pensó en trabajar en otra empresa? La pregunta surge casi espontáneamente y la respuesta es contundente: “No, nunca”. Cuando fue a trabajar diez meses a España junto a un grupo de colegas uruguayos, en el marco del Proyecto de Mejora de la Gestión que UTE llevó adelante en los años noventa con el apoyo de la empresa española Unión Fenosa, le ofrecieron quedarse en el país europeo. “Pero yo había ido para aprender cómo funcionaban los sistemas en Fenosa para luego volver y customizarlos a la medida de UTE, ¿cómo me iba a quedar? Además, mi lugar en el mundo es Uruguay”, sentencia sin titubeos.
Una propuesta similar le llegó luego de dirigir ‒entre 2006 y 2007‒ un proyecto de consultoría externa que UTE desarrolló en la empresa energética venezolana Cadafe. Pero Silvia volvió a elegir UTE y Uruguay. “La compañía es tan grande, abarca tantas áreas y especialidades que es como si hubiera tenido muchos otros trabajos; jamás me aburrí”, asiente.
LO PÚBLICO
‘Lo público es malo y lo privado, bueno’. Silvia no comparte para nada ese prejuicio común presente en el imaginario colectivo. De hecho, le apasiona trabajar en una compañía encargada de brindar un servicio esencial, que funciona “las 24 horas, los 365 días del año y otorga calidad de vida a la población. Por la importancia que tiene un servicio como el de UTE para la vida cotidiana de las personas y para la producción de un país, y por todo lo que significa e implica llevar luz a todos los uruguayos, es un trabajo que siempre me encantó. Y me enorgullece que sea un servicio público”, expresa la presidenta, hija de dos exempleados del Banco de Previsión Social (BPS).
El recuerdo de su padre llegando a casa los viernes por la tarde con una pila de expedientes para procesar el fin de semana sigue intacto en su memoria. Eran épocas en que el trámite para jubilarse podía extender[1]se hasta diez años, por lo que Emaldi padre trabajaba a destajo los fines de semana como un complemento para la economía familiar y ayudaba a las personas a obtener la tan preciada jubilación. Sus papás le inculcaron esa vocación de servicio y también el valor del estudio.
Era la típica traga ‒admite‒; recién en primer año de facultad experimentó la frustración de reprobar un examen. Perdió dos veces el mismo: Introducción a la Computación. En un principio pensó que su amor por las matemáticas la llevaría por el terreno de las ciencias económicas, pero en cuarto año de liceo un profesor de Física del Colegio Pallotti le sugirió la carrera de Ingeniería en Computación. “Ahora todos conocemos y tenemos computadoras, pero en aquella época las vi en unos slides que pasaron en una charla de la Universidad de la República donde explicaban sobre las distintas ingenierías. Eran los antiguos equipos IBM que ocupaban toda una habitación, no había computadores personales”.
Sin conocer casi nada de informática y lejos de imaginar la revolución tecnológica que vendría años después, se inclinó por la computación. Y contrariamente a lo que podría sospecharse, en ese entonces las mujeres marcaban presencia en esa rama de la ingeniería. “En el resto había dos o tres mujeres por generación, pero nosotras éramos el 40% del alumnado, algo paradigmático ya que hoy no llegan al 20% las chicas que estudian carreras asociadas a las TIC [acrónimo referido a las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones]”, detalla.
–¿Por qué?
–Al conversar sobre esto con algunas colegas pensamos que ahora la ingeniería en computación está demasiado asociada al estereotipo de un hombre “nerd” programando en un garaje, y no se ve como una carrera relacionada con lo social. Y, en realidad, es todo lo contrario, porque la informática les facilita la vida a las personas en todos los órdenes. Por eso, en ciertos momentos del año, como el día de las niñas en las TIC, hacemos actividades para que en etapas tempranas puedan conocer el trabajo de alguien que estudia informática. También para tratar de desterrar el tabú de que es muy difícil, porque en realidad es como todas las carreras: lleva estudio, sacrificio, horas de estudio y vocación.
“Estaba acostumbrada a trabajar muchas horas, pero luego [como presidenta] se sumó el plus de la exposición, las notas periodísticas y algunas coyunturas a las cuales no estaba habituada; yo era técnica”.
Ing. Silvia Emaldi, presidenta de UTE
UNA PIONERA
Silvia nunca imaginó que podía llegar a ser la jefa máxima de UTE. Si bien conocía casi de pe a pa la empresa (además de su vasta experiencia, estuvo 11 años al mando de un área transversal a toda la compañía como la de Servicios Corporativos, con responsabilidad sobre las finanzas, los recursos humanos, las compras y la consultoría externa, entre otras), cuando llegó la noticia, igual le sorprendió. Y no es para menos: era la primera vez en 108 años de historia de UTE que una mujer asumía como presidenta.
“Tiene que ser una motivación para otras mujeres de que podemos estar en cargos de dirección. En Uruguay todavía es un desafío que en los puestos de decisión seamos cada vez más mujeres, por eso es un orgullo y una responsabilidad, en el sentido del legado que debo dejar”, expresa.
Fue de las primeras a nivel gerencial en contar con un máster ‒en su caso, en Dirección y Administración de Empresas‒, a pesar del gran sacrificio que le significó estudiar mientras tenía a su cargo un área altamente demandante y a su hijo Diego, con apenas 2 años en ese entonces. “Fueron años muy intensos, pero siempre con el apoyo de mi esposo. Cuando acepté la presidencia, también tomamos la decisión en conjunto ya que muchas veces debo viajar fuera del país y tengo un horario laboral muy extenso”, cuenta quien comparte con su marido no solo la misma profesión sino también la misma empresa.
Se conocieron en UTE en el 91, se casaron cinco años después y son padres de un adolescente de 15. Su día de desenchufe total son los sábados ya que los domingos, después del religioso almuerzo familiar, ya arranca a trabajar de cara a la semana.
BUSCAR EL BALANCE
Mirando hacia atrás, Silvia no siente que alguna vez debió elegir entre su carrera y su vida familiar. Incluso recuerda alguna oportunidad en la que, ya siendo gerente de Servicios Corporativos, debió dejar alguna reunión “con los directores de la época diciendo ‘me tengo que ir porque tengo una reunión de padres del colegio’. Y la organización siempre lo tomó bien, al menos en estos últimos 20 años”.
Y es que Emaldi reconoce que en UTE hace ya mucho tiempo que se trabaja en la búsqueda de un mejor equilibrio entre la vida laboral y personal.
Eso no borra, sin embargo, el recuerdo de las larguísimas jornadas de hasta más de 12 horas allá por los años noventa, propias de una empresa pública que ofrece un servicio esencial como lo es el acceso a la electricidad. “Hacíamos guardias; si fallaba algo en la madrugada, teníamos que resolver. Una o dos semanas al mes nos tocaban guardias los fines de semana también. Si estabas en el cine, te sonaba el radioaviso. Hablábamos con los operadores; algunas cosas se podían resolver a distancia, por otras teníamos que venir de madrugada al centro de cómputos. Fueron años complicados. Nadie se imagina que en las empresas púbicas también se trabaja así. A lo largo de los años, así como la sociedad ha ido buscando el equilibrio entre la vida profesional y personal, en UTE también lo hemos hecho”.
“Una o dos semanas al mes nos tocaban guardias los fines de semana. Si estabas en el cine, te sonaba el radioaviso. Hablábamos con los operadores; algunas cosas se podían resolver a distancia, por otras teníamos que venir de madrugada al centro de cómputos”.
Ing. Silvia Emaldi, presidenta de UTE
Eso sí, ante una situación crítica, confiesa que “no importa si es fin de semana; los gerentes están siempre en alerta sábados, domingos y feriados; el servicio tiene que estar las 24 horas”.
–¿Por qué cree que van a recordar su gestión?
–Porque estamos poniendo foco en la adecuación de las tarifas mediante el Plan Inteligente, optimizando el uso de las energías renovables del país. Porque generamos el Bono Social, que consiste en un descuento de entre el 80% y 90% en las tarifas de los hogares más vulnerables asociados a planes Mides, como la Tarjeta Uruguay Social, el Plan de Asistencia a la Vejez, el beneficio Asignaciones Familiares del Plan de Equidad; además de las personas que no tienen regularizada su conexión a la energía, cuyo objetivo es llegar al fin del periodo con 90 mil hogares regularizados en todo Uruguay. Porque queremos alcanzar el 100% de electrificación: al asumir había 2.500 hogares sin energía en el interior profundo y ahora quedan 800. Que los uruguayos que quieran energía eléctrica la puedan tener.
–¿Podría ser reelegida como presidenta de UTE?
–Sí, podría, pero en algún momento tengo que vivir [suelta una carcajada].