No hay que predecir el futuro, hay que construirlo
enero 24, 2025
Por Ing. Alejandro Ruibal, presidente de la Cámara de la Construcción del Uruguay
En un momento de transición política y tras un quinquenio marcado por grandes obras, reflexionamos sobre lo logrado por la industria de la construcción ‒desde los más de 55 mil trabajadores directos hasta la exitosa gestión durante la pandemia‒ y planteamos los desafíos futuros: la necesidad de una Agencia de Infraestructura, la modernización de contratos y la importancia de mantener el impulso en proyectos clave para el desarrollo del país.
El inicio de un nuevo año y también el cierre de un período de gobierno invita a repasar los objetivos alcanzados y a visualizar las metas que la industria de la construcción aún tiene por cumplir. Pensar, escribir y enumerar algo de lo que hemos lo grado como sector y su impacto en el desarrollo del Uruguay me obliga a nombrar un elemento indispensable que tantas veces se pasa de largo. La fuerza de la construcción como generadora de empleos formales, seguros y con potencialidad de crecimiento en todo el territorio nacional. Trabajo para hombres y mujeres, para jóvenes y veteranos, para obreros, técnicos, profesionales y empresarios. Trabajo para personas muy distintas entre sí, que vienen de lugares, contextos, formaciones y experiencias de vida diferentes, y que se encuentran con el objetivo común de llevar adelante un proyecto, de construir una obra. Es ahí, al pie de un puente, una carretera, una vivienda, escuela, industria, planta potabilizadora o loque sea, donde los uruguayos trabajan juntos para construir nuevas realidades.
Podría empezar por cualquier otra variable para hablar de la performance de la industria, pero sin lugar a duda la más humana de todas es el empleo. Son más de 55.000 personas ocupadas directamente en obras. Hay más de 120.000 uruguayos que trabajan gracias a la industria. Siempre queremos que este número crezca, pero es una cantidad significativa que genera tanto orgullo como responsabilidad.
En 2020 la pandemia del COVID-19 nos puso a prueba. Una política sanitaria decidida y contundente por parte del gobierno nos ayudó a afrontar un tiempo cargado de incertidumbre. A mediados de marzo se paralizó el país, se pararon las obras y a fin de mes ya estábamos terminando las conversaciones con el Ministerio de Trabajo ‒con el entonces ministro Pablo Mieres y su equipo‒ y con el SUNCA ‒con Daniel Diverio‒. Entre los tres, gobierno, sindicato y gremiales empresariales, fuimos alcanzando acuerdos sectoriales para poder sortear de la mejor forma posible los desafíos del virus y sus consecuencias. Definimos un protocolo y después de Semana de Turismo reabrimos las obras. Eso fue un acto de coraje, de confianza, de apoyo mutuo. El gobierno puso lo mejor de sí. El sindicato fue lo necesariamente flexible. Nosotros tu vimos que ajustar los campamentos, la logística de transporte, las oficinas en la obra. Cuando había un caso positivo, teníamos que cerrar la zona y paralizar ese sector de la obra. Eso impactó con fuerza en los cronogramas y en la productividad. No fue gratis. Pero cada uno puso lo que había que poner en el momento en el que había que hacerlo. Estamos muy orgullosos de ese logro que alcanzamos en el ámbito tripartito, gracias a la cooperación, el acuerdo y el trabajo conjunto del gobierno, el sindicato y las gremiales.
En la construcción de la primera planta de celulosa muchas empresas uruguayas participamos como subcontratistas, no tan arriba en la escala de valor de obra. En la segunda fuimos más protagonistas, pero en la tercera fuimos un factor clave en el éxito de la construcción de la planta.
En los últimos cinco años se concretaron grandes obras privadas y públicas. La inversión de UPM Paso de los Toros, combinada con la del Ferrocarril Central tuvieron cerca de 10.000 personas trabajando en forma directa, en el pico de ambas. Pero más allá de la cantidad de empleo quiero detenerme en el tipo de obra que concretamos. La de UPM es una de las plantas de celulosa más modernas del mundo. Es la tercera que construimos en Uruguay y cada vez las hacemos mejor. En la primera, muchas empresas uruguayas participamos como subcontratistas, no tan arriba en la escala de valor de obra. En la segunda fuimos más protagonistas, pero en la tercera fuimos un factor clave en el éxito de la construcción de la planta. Las empresas y sus equipos de trabajo nos fuimos formando, preparando, aprendiendo. Ese avance fue posible gracias a una política de Estado clara como la forestal, que se mantuvo en el tiempo y que tuvo como corolario el desarrollo de una industria relativamente nueva. Gracias a lo que aprendimos en las plantas de celulosa construidas en el país, varias empresas nacionales estamos cotizando, trabajando en la construcción de otras fuera de fronteras.
Tenemos un puerto que se está dragando a 14 metros y que tiene la oportunidad de transformarse, con otros proyectos complementarios, en el punto de salida del comercio de países como Paraguay o Bolivia. Se transformó el puerto, viaducto mediante, y la terminal portuaria. El Ferrocarril Central logró vencer una inercia añeja y se convirtió en la columna vertebral del sistema ferroviario nacional, con tecnología de última generación.
Se impulsó la construcción de vivienda, con el régimen de vivienda promovida que tuvo un impacto positivo en la industria. Quiero destacar especialmente el tema vivienda para poner el foco en lo bien que se hicieron las cosas. Y no estoy hablando solo de un período de gobierno, sino de cómo unos y otros fueron sumando para incentivar este tipo de construcción. En 2011 se votó por unanimidad la Ley 18.795, la VIS (Vivienda de Interés Social), que fue la ley más importante desde el año 1968. ¿Por qué digo que fue clave? Porque permitió la construcción de más de 40.000 viviendas. Se trabajaba sobre 3.000 viviendas al año, luego cayó a 2.000 y se fueron haciendo ajustes, como es razonable, tocando determinados estímulos para no estar de espaldas a la realidad del mercado. Gracias a ese esfuerzo en este período se construyeron entre 5.000 y 6.000 viviendas por año. Es una cantidad muy buena. Se generaron una cantidad enorme de fuentes de trabajo directo, pero no solo me quedo con eso.
Esas viviendas transformaron barrios enteros, en gran medida en Montevideo, es cierto, pero en casi todos los departamentos del interior del país hay proyectos de este tipo. Pongo un ejemplo de la capital: el Cordón, el Centro ya no son los mismos. Los edificios que se han construido son de arquitectura uruguaya con muy buenos diseños. Esa ley base, que traspasó varios gobiernos, se fue analizando, se fue ajustando hasta que al final se dio con la tecla y pegó un salto. Claro que esto no resuelve el problema de vivienda para los sectores con menores ingresos del país, pero también en ese sentido se dio una enorme mejora en este período.
Más allá del nombre, el país necesita mayor planificación, tener algo que se parezca a una Agencia de Infraestructura, que permita tener ese banco que exceda los períodos de gobierno, que facilite la concreción de grandes proyectos.
Afortunadamente el Plan Avanzar, por ejemplo, está encaminado a darle una solución habitacional definitiva a las personas que viven en asentamientos irregulares. Fue diseñado y está siendo implementado en los 19 departamentos, en coordinación entre el gobierno nacional, las intendencias, organizaciones sociales y los propios beneficiarios. Es un plan al que habría que empujar con fuerza más allá de los colores políticos. Si hay que mejorarlo, que se mejore, si hay que adecuarlo, que se haga, pero en definitiva es importante tomar lo bueno y construir sobre eso. Acumular positivamente y seguir avanzando con decisión para generar viviendas para el grupo de compatriotas con ingresos bajos.
El plan de infraestructura 2020-2024 tuvo el foco puesto en vialidad. Si observamos la rendición de cuentas, más o menos el 40% de la inversión fue a parar a ese rubro. Pero quiero ser justo. Este también es un proceso de acumulación progresiva y positiva. Tanto el exministro Víctor Rossi como el actual ministro José Luis Falero se pusieron el Ministerio de Transporte y Obras Públicas al hombro. Cada uno representando a partidos políticos distintos, ambos fueron dos excelentes ministros porque ejecutaron, trabajaron muy fuerte, con decisión. La inversión en vialidad era indispensable, porque la curva de toneladas de carga que se movió en el país aumentó exponencialmente. En los 2000, o un poquito antes, se movían en el orden de los 10 millones de toneladas adentro del país. Hoy estamos moviendo 40 millones de toneladas. Esta es una clara muestra de por qué era absolutamente necesario invertir lo que se invirtió y transformar la red vial, las rutas, los puentes, como se hizo en este período.
Tengo más de 30 años en la industria de la construcción, unos cuantos proyectos arriba. Cada vez más, el aporte del sector privado es determinante a la hora de mejorar la gestión de proyectos. Lo estamos haciendo, y lo estamos haciendo bien, pero tenemos que seguir mejorando.
Me parece importante visualizar los tres momentos clave que determinan el éxito o fracaso de un proyecto. En primer lugar, hay que saber elegir a qué proyecto le vamos a poner las fichas. Hay que planificar, evaluar los impactos económicos, ambientales y sociales. Por eso insistimos tanto, y vamos a seguir insistiendo, en que más allá del nombre, el país necesita mayor planificación, tener algo que se parezca a una Agencia de Infraestructura, que permita tener ese banco que exceda los períodos de gobierno, que facilite la concreción de grandes proyectos. No digo que esto sustituya la planificación de empresas públicas, de ministerios. Pero planificar como país nos va a permitir dar un salto cualitativo. Así lo hacen Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Inglaterra, por nombrar algunos.
En segundo lugar, es necesario saber elegir el instrumento de financiamiento. Y puedo decir que tenemos una muy buena caja de herramientas en este sentido, que es ejemplo para otros países. Una caja de herramientas completa que empezó a armarse en la década del 90 con la Ley de Concesiones, después llegó la de Participación Público Privada y más recientemente las Cremaf. También están las concesiones que pueden ser mixtas y la obra pública, obviamente. No es que sirve cualquier herramienta para cualquier proyecto, hay que saber elegir. Lo importante es que tenemos una caja de herramientas potente, variada, que debemos actualizar, mejorar y trabajar desde los dos lados de la mesa.
Por último, es indispensable la elección del contratista. Tiene que ser una empresa con capacidad de desarrollar la obra con seriedad, que invierta, que asuma la responsabilidad. También hay que modernizar el tipo de contrato. Tenemos que ir a una modalidad de contrato fast track. El Fidic de los franceses o el NEC de los ingleses, que se aplica muy bien en América, nos pueden dar una pauta de cómo poder ir a contratos que aseguren el éxito de una manera más ágil, más equilibrada. La clave de los contratos es que el riesgo tiene que estar balanceado. El riesgo tiene que estar en la espalda del que mejor lo pueda evaluar.
La Ley de Vivienda Promovida, promulgada en 2011, traspasó varios gobiernos, se fue analizando y ajustando hasta que al final se dio con la tecla y pegó un salto. Hoy ha permitido la construcción de más de 40.000 viviendas.
Me preocupa a veces la cultura del trancazo mezclado con un exceso de burocracia. No puede ser que no podamos resolver el problema del agua potable cuando está muy claro qué tenemos que hacer. Nos debemos una discusión seria para implementar una solución moderna para el sistema público de transporte metropolitano. Hay que hacer las cosas. Hay que resolver los problemas.
Pienso en el ejemplo que dejó Tabaré Vázquez. Vázquez, cuando eligió el plan Ceibal, pasó por arriba de todas las estructuras. Metió el plan Ceibal y después todo se tuvo que acomodar a usar esta plataforma. Eso es un ejemplo de ejecutar, de hacer. Por supuesto, dando todas las garantías que se precisen y con honestidad intelectual siempre. En Uruguay eso lo doy por descontado. Pero hay que ejecutar, no podemos ceder ante la cultura del trancazo.
Hay que seguir avanzando. Queda mucho por hacer y acá está nuestra gremial para aportar en todo lo que pue da, con responsabilidad, decisión y trabajo. También está nuestra revista Construcción, que llega a su número 70 y que cada tres meses pone sobre la mesa los temas que nos importan, los desafíos que vienen, las visiones de protagonistas del sector. En esta edición, por primera vez, entrevistamos solamente a integrantes del Consejo Ejecutivo y autoridades de la Cámara de la Construcción del Uruguay. Gente con la que tengo el honor de trabajar colectivamente para alcanzar objetivos comunes. Profesionales que saben de qué hablan y que comparten su visión sobre lo que queda por construir.
En marzo empieza un nuevo gobierno liderado por Yamandú Orsi. Le deseamos a él y a todo su equipo de trabajo el mayor éxito porque el del país será también el nuestro.
La industria de la construcción es pujante, se tecnifica, aprende, invierte, quiere y logra ser un motor del avance nacional. Nuestro sector, nuestra gremial, están siempre abiertos y bien dispuestos para ayudar a cada gobierno a construir el futuro que el Uruguay merece.