Presente y futuro
diciembre 23, 2021
Por Ing. Diego O’Neill, presidente de la Cámara de la Construcción del Uruguay
Una mirada, desde la reflexión, sobre lo que fue el año 2021 y lo que vendrá a corto plazo, no solo para la industria de la construcción sino también para el país y su gente.
Se aproxima el cierre del año y surge, en forma natural, la mirada retrospectiva sobre el ciclo que termina. Es un tiempo propicio para hacer balance, y desde la industria de la construcción podemos decir que hemos tenido un buen año. Así lo indican, con rezago, la mayoría de los indicadores relevantes. Los datos oficiales de actividad económica marcan, para el primer semestre, un crecimiento del 8,8% y, según nuestras estimaciones, al cierre del año el crecimiento podrá situarse en torno al 6% – 7%, cerca del doble de lo que se estima será el crecimiento de la economía en su conjunto. Por el lado de la ocupación, a partir del mes de agosto hemos superado la barrera de los 50.000 trabajadores directos en obra, estimando que el promedio de ocupación anual, para eliminar los efectos de ciclo, estará en el orden de los 48.000 trabajadores. Esto representa un aumento significativo respecto del promedio del último trienio, que fue de 44.500 operarios directos en obra. La inversión de UPM II, sus obras conexas y el Ferrocarril Central han sido las principales inversiones que impulsan la actividad de las obras de infraestructura, pero también el flujo de proyectos de Vivienda Promovida, así como aquellos que se canalizan por la Comap bajo los beneficios de la Ley de Inversiones, han crecido en forma significativa dando un impulso complementario en las obras de arquitectura.
El promedio de ocupación anual estará en el orden de los 48.000 trabajadores. Esto representa un aumento significativo respecto del promedio del último trienio (44.500).
Si proyectamos hacia adelante, este escenario augura un 2022 en que se mantendrá el dinamismo de la actividad sectorial, por lo que la construcción continuará siendo uno de los principales motores de reactivación económica y generación de empleo. Cuando la mirada se prolonga a 2023 el panorama se presenta menos claro, menos auspicioso, porque no se visualizan inversiones que puedan sustituir a estas que irán terminando. En particular la inversión pública proyectada como porcentaje del PIB tendría una trayectoria contractiva, lo que –además de no ser una buena noticia para el sector– preocupa por lo que puede representar de freno al desarrollo y a la captación de inversiones: entendemos que sería necesario desarrollar una visión estratégica a la que se asocie un plan de inversión en infraestructura que nos permita profundizar el desarrollo del país. Pero de eso nos ocuparemos en próximos editoriales.
MIRANDO EN GENERAL
La mirada global sobre el país tiene también una cantidad de señales positivas: el equilibrado manejo de la pandemia y el exitoso plan de vacunación que nos posicionan en los primeros puestos en la materia a nivel internacional; la recuperación económica que estará por encima de las expectativas de la mayoría de los analistas; la reducción del déficit fiscal que se viene procesando; las recientes noticias de reducción del desempleo, aunque sabemos que el empleo seguirá siendo uno de los principales desafíos en la agenda país; los esfuerzos por una apertura comercial de mercados y reducción de aranceles con la búsqueda de un posible TLC con China y otras iniciativas en las relaciones exteriores; el desarrollo exportador del sector de las tecnologías de la información, en el que destaca la primera empresa uruguaya que cotiza en Wall Street.
Por otra parte, se abren interesantes expectativas en el horizonte: una razonablemente buena temporada turística que alivie a un sector que ha sido de los más castigados por la pandemia; un posible flujo de vecinos que puedan radicarse o invertir capital en nuestro país de manera significativa; la posibilidad de instalación en el territorio de alguno de los gigantes tecnológicos; las oportunidades de desarrollar hidrógeno verde a partir de energías renovables, entre otras.
DISCUSIONES TAN ANTIGUAS Y TAN NUEVAS
En paralelo, hay una serie de reformas impostergables que son fundamentales para la posibilidad de desarrollo del país con justicia social sobre las que no se ha logrado, al menos hasta el momento, avanzar en forma real y concreta: la reforma de la seguridad social, la reforma educativa, la modernización y eficiencia del Estado y de las empresas públicas (no todas), clave para mejorar la competitividad de la producción nacional. Las distintas administraciones –cada una con sus énfasis– han señalado la necesidad de avanzar en estos temas, pero, pandemia mediante, seguimos prácticamente en el mismo lugar.