Gestión humana: el arte de la negociación
enero 24, 2025
Con más de tres décadas de experiencia en el sector, el miembro del Consejo Ejecutivo de la Cámara de la Construcción del Uruguay, Antonio Novino, y el director ejecutivo de la gremial, Jorge Pazos, reflexionan sobre la evolución del relacionamiento entre empresarios y trabajadores, los desafíos actuales y el futuro de una industria que impacta en más de medio millón de uruguayos.
Por María José Fermi
La industria de la construcción uruguaya se caracteriza por tener uno de los sistemas de relaciones laborales más sólidos del país. Este logro no es fruto del azar, sino de años de trabajo conjunto entre el sector empresarial y sindical para construir mecanismos de diálogo y negociación que han permitido sortear diferentes crisis y desafíos.
“Nosotros tuvimos la virtud de obligarnos a sentarnos siempre. No por madurez, sino por conveniencia”, reflexiona con sinceridad el responsable de la Comisión de Relaciones Laborales y Fondos Sociales de la Cámara de la Construcción del Uruguay (CCU), Antonio Novino, quien lleva 35 años trabajando en el área. Esta filosofía de diálogo permanente ha sido clave para mantener la estabilidad del sector.
El director ejecutivo de la CCU, Ing. Jorge Pazos, complementa esta visión: “Nosotros siempre que remos un sindicato con quien negociar, siempre”. Esta postura puede parecer contraintuitiva, pero tiene su lógica. Novino lo explica usando una metáfora: “En un jardín, si tenés hormigas, lo mejor es saber dónde está el hormiguero. Si las tenés sueltas, vas a perseguir hormigas todo el día y no las vas a poder juntar. Lo mismo pasa acá: ¿con quién negocio, qué fuerzas tenemos? Y, ojo, esto aplica para los dos lados: sindicato y gremiales”.

LA CONSTRUCCIÓN DE LA CONFIANZA
El camino para llegar a este nivel de entendimiento ha sido fruto de años de trabajo constante y aprendizaje mutuo. También de algunos cuantos encontronazos que forman parte de la dinámica de esta relación que, más allá de parcialidades, tiene a la industria de la construcción en el centro.
La práctica continua del diálogo fue forjando una cultura de negociación propia del sector. Esta se refleja particularmente en el respeto a los acuerdos, incluso cuando estos van más allá de los marcos legales establecidos. “Con nosotros se respetan todos los acuerdos, seas miembro o no. Incluso cuando no hubo decreto, también se respetaron”, señala Novino. Esto se debe, según explica, a que “la industria tiene esa sabiduría de tener claro que la regla tiene que ser igual para todos y no es vulnerando las reglas que vos mejorás tu productividad ni mejorás tus ingresos”.
En este universo también es necesario identificar y diferenciar claramente dos ámbitos: el del marco legal ‒que es innegociable y debe cumplirse‒ y el de las relaciones laborales ‒que requieren un trabajo diario de construcción y mantenimiento‒. Como señala Pazos, “son cosas completamente diferentes”. En el caso de la norma se trata de algo ‘blanco o negro’, se cumple o no se cumple; con las relaciones laborales “es donde el trabajo puede ser complejo” (…) A veces, los estudios de abogados solo se ciñen al marco legal y se olvidan de las relaciones laborales, que es lo más importante, el trabajo del día a día tratando de buscar soluciones para que las cosas funcionen”, sostiene el ingeniero.
LOS FONDOS COMO ANCLA
Indiscutiblemente, un elemento fundamental en la consolidación de la relación entre trabajadores y empresarios han sido los Fondos Sociales de la Construcción, financiados conjuntamente a partir de los aportes de empresas y trabajadores. “Los Fondos son nuestro hijo y es lo que nos obliga a estar juntos. Uno se podrá separar de su pareja, pero de un hijo no te podés divorciar. Con los Fondos es igual, nos ata los unos a los otros. Es un pedazo de cada uno”, grafica Novino.
Su historia se remonta a 1967, con el nacimiento del Fondo Social de Vivienda de Obreros de la Construcción (Fosvoc), aunque el verdadero momento bisagra ocurrió en 1993. Tras una histórica huelga de 83 días, trabajadores y empresarios dieron vida al Fondo Social de la Construcción (FSC) como parte de la salida negociada. Esto marcó un antes y un después en las relaciones laborales del sector y permitió una integración distinta de la industria. Posteriormente se sumarían el Fondo de Capacitación de la Construcción (Focap) en 1997 y el Fondo de Cesantía y Retiro (Focer) en 2008, completando así un sistema integral de beneficios sociales.
“Nosotros tuvimos la virtud de obligarnos a sentarnos siempre. No por madurez, sino por conveniencia”. Antonio Novino
Lo que comenzó como una iniciativa con una adhesión voluntaria del 22% de las empresas, hoy cuenta con la participación de más del 90% del sector. Esta evolución refleja cómo esta herramienta se ha convertido en una parte esencial de la industria, trascendiendo incluso su función original para convertirse en un mecanismo de gobernanza compartida que obliga a mantener el diálogo y la cooperación.
Hoy, el impacto de los Fondos es multidimensional. En el ámbito educativo, por ejemplo, se distribuyen anualmente cerca de 50.000 canastas escolares. En materia de primera infancia se han establecido centros educativos en zonas estratégicas como Piedras Blancas, Flor de Maroñas y Las Piedras. Y en lo que refiere a capacitación laboral, se ha formado a más de 15.000 trabajadores a través del Focap.
Todo este mecanismo es el corazón de la industria constructiva uruguaya. Y cuidarlo es una prioridad, insisten tanto Pazos como Novino. Los Fondos “le dan sentido de pertenencia y sentido de industria” a quienes participan, dice el director ejecutivo de la CCU, mientras Novino apuntala: “Los Fondos Sociales son la parte más importante que tenemos, y la tenemos que cuidar porque es lo que nos obliga a tener un objetivo común”.
LA PRUEBA PANDÉMICA
En 2020 la capacidad de negociación del sector enfrentó uno de sus mayores desafíos: la pandemia de COVID-19. Y la respuesta fue ejemplar. Apenas declarada la emergencia sanitaria, representantes de las gremiales se reunieron con el Sindicato Único Nacional de la Construcción y Anexos (Sunca) y el Poder Ejecutivo para determinar cómo hacerle frente a la situación.
“Nos llevó una semana tratar de encontrar un camino hacia lo desconocido”, recuerda Novino. En ese primer acuerdo se estableció una licencia extraordinaria de una semana que, junto a los días libres por Semana de Turismo, se convertían en 15 días de parate. “También se acordó cómo íbamos a pagar esa semana no laburada. El sindicato puso una parte, que fue un día de licencia; nosotros pusimos otra parte aumentando el BPS. Salimos con el esfuerzo de los dos y el 10 de abril negociamos el reingreso”, añade Novino.
“A veces, los estudios de abogados solo se ciñen al marco legal y se olvidan de las relaciones laborales, que es lo más importante; el trabajo del día a día tratando de buscar soluciones para que las cosas funcionen”. Ing. Jorge Pazos
La fortaleza institucional del sector también se manifestó en la capacidad de movilizar recursos propios para enfrentar la crisis. Los Fondos Socia les destinaron 50 millones de pesos para asistir a trabajadores que no alcanzaban los requisitos para la cobertura de la seguridad social, como aquellos sin antigüedad suficiente o mayores de 65 años. También se organizó la distribución de miles de canastas con productos de primera necesidad.
“Cuando tenés la posibilidad de solucionarlo en tiempo real sin necesidad de esperar por otros actores, hay que ser pragmáticos y solucionarlo”, reflexiona Pazos. Esta autonomía en la toma de decisiones permitió que la construcción fuera uno de los primeros sectores en retomar actividades, con protocolos efectivos que resultaron en mínimos casos de contagio en obra.
La gestión de la pandemia demostró la madurez del sistema de relaciones laborales del sector. Como señala Pazos, dos elementos fueron fundamentales: “El diálogo entre empresarios y sindicato y la existencia de una herramienta fuerte como los Fondos Sociales, que te permiten actuar por decisión propia de las partes”.

DESAFÍOS FUTUROS
A pesar de todo esto, el sector enfrenta importan tes desafíos en lo que son las relaciones laborales. Uno de los principales es el recambio generacional, tanto en la dirigencia empresarial como sindical. Para Pazos es clave que quien venga “sienta esto como propio. Si no lo sentís como parte tuya, te importa poco cuál es el resultado ni lo que cueste llegar a él”.
Esta preocupación no es menor en un sector donde las decisiones impactan directamente en la vida de cientos de miles de personas y en el que cada vez toman más protagonismo figuras que no tienen una conexión directa y vivencial con las obras y la industria. Así, pues, el desafío está en encontrar líderes que no solo gestionen el día a día, sino que entiendan y sientan la responsabilidad de mantener y hacer crecer un sistema que ha demostrado su valor a lo largo de décadas. A esto se le suman, además, los desafíos permanentes que plantea un sindicato con mayor diversidad de corrientes internas, algo que complejiza la negociación.
Por su parte, la gestión de los Fondos Sociales también presenta sus propias complejidades. “Un desafío importante es que la estructura que hoy tiene la industria es muy grande, mantener el funcionamiento de eso no va a ser fácil”, advierte Pazos. A su vez, Novino enfatiza la relevancia de mantener una visión de largo plazo en la administración de los Fondos: “No estamos para gastar, estamos para invertir”.
A pesar de estos desafíos, tanto Pazos como Novino se muestran optimistas sobre el futuro. La solidez de las instancias construidas, especial mente los Fondos Sociales, proporciona una base estable para continuar el diálogo y la cooperación. Con aproximadamente 52.000 trabajadores directos, el impacto de la industria es cercano a los 600.000 uruguayos si se considera a las familias y trabajadores indirectos. Esta responsabilidad hace que el mantenimiento de relaciones laborales maduras y constructivas sea no solo deseable, sino imprescindible para el futuro del sector.