Hito a contrarreloj
noviembre 20, 2023
La crisis hídrica le presentó un desafío jamás visto a la industria de la construcción uruguaya. Seis empresas socias de la Cámara de la Construcción se consorciaron de emergencia para instalar 13,2 kilómetros de tuberías que llevaran agua del río San José hasta un embalse cercano a Aguas Corrientes. En una carrera contra el tiempo, la obra se hizo en menos de un cuarto del plazo regular. La historia detrás de este proyecto récord, a continuación.
Por María José Fermi
“Cuando empezamos a bombear fue casi como gritar un gol”. Así describe la sensación que lo embargó el director del proyecto “Trasvase de agua bruta hasta presa Belastiquí”, Ing. Gastón Giovannone, cuando vio cómo un chorro fuerte llenaba el embalse en el río Santa Lucía. Era casi medianoche y 35 días antes había comenzado un proyecto frenético donde seis empresas socias de la Cámara de la Construcción del Uruguay (CCU) trabajaron fines de semana, feriados y hasta el Día del Padre con tal de llegar a tiempo con la obra que asegurara el abastecimiento de agua potable a la ciudad.
¿El objetivo? Captar y bombear agua bruta desde el río San José a la recién construida presa Belastiquí, sobre el Santa Lucía, para dotar de agua a la Planta Potabilizadora de Aguas Corrientes y poder combatir el peor déficit hídrico de los últimos 70 años.
LA PREVIA
Cuando a mediados de mayo la Cámara de la Construcción envió una carta a la Presidencia de la República y a la Presidencia de la Administración Nacional de las Obras Sanitarias del Estado (OSE) poniéndose a disposición para apoyar en las tareas que el gobierno considerara necesarias para hacer frente al déficit hídrico que azotaba el área metropolitana, el panorama era complejo.

El 4 de mayo, OSE ya había solicitado al Ministerio de Salud Pública una excepción en los valores de sodio y cloruro con el fin de extender el abastecimiento de agua a la población. Y el 16 de mayo se confirmaba que Uruguay atravesaba la peor crisis hídrica en 74 años ‒es decir, desde que se lleva registro‒.
Por esos días, poco antes de que se decretara la emergencia hídrica para el área metropolitana, “la gerencia general de OSE me contacta a mí, como presidente de la gremial, a decirme ‘sí, vamos a hacer uso del apoyo de la Cámara de la Construcción. Tenemos un proyecto y nos gustaría que nos ayuden a llevarlo adelante’”, recuenta el presidente de la CCU, Ing. Alejandro Ruibal.
El proyecto al que se refiere el ingeniero era la captación y bombeo de agua dura desde el río San José hasta la presa Belastiquí, aguas abajo de Aguas Corrientes. El plan incluía una obra de toma de agua y el trasvase del líquido a través de una tubería de 13,2 kilómetros. Como los tiempos eran vitales en esta obra, OSE le pidió a la gremial trabajar únicamente con empresas de comprobada ex – periencia en este tipo de labores.
Las empresas constructoras Ciemsa, Cujó, Espina, Saceem, Stiler y Teyma ‒además de las consultoras en ingeniería CSI y Seinco‒ se involucraron en el proyecto. “Nos sentamos a libro abierto con los ingenieros de OSE. Se hizo todo un equipo entre las empresas constructo – ras, las de ingeniería, OSE y la CCU, con su director ejecutivo Jorge Pazos y el director del proyecto, Gastón Giovannone, para darle forma a esta contra – tación muy particular y que las empresas pudieran empezar a trabajar en forma muy rápida”, explica Ruibal.
CUENTA REGRESIVA
El primer y principal desafío de esta hazaña constructiva fueron los plazos. “Esta es una obra que se hizo en un tiempo récord; es una obra que se hizo en el entorno del 20 o 25% del plazo promedio histórico de este tipo de proyectos”, señala contundente Giovannone.
Apenas confirmado el proyecto, se definió y dividió la traza de la línea de tubería ‒que va por la Ruta 45 y luego por el Camino de la Paloma‒ en diez tramos. Estos fueron asignados a las distintas empresas; además, se fijaron trabajos adicionales: “La obra de la toma era una obra de ingeniería en sí misma, también se designó el movimiento de suelo y calderería a otra empresa y el montaje electromecánico a otra más”, detalla el director del proyecto.

Del total de 13,2 kilómetros de tubería, en 11,3 kilómetros se utilizaron caños de fundición dúctil provenientes de Brasil y en 1,9 kilómetros se instalaron caños de PEAD, que vinieron de Argentina. La diferencia en el material se debió a otro de los enormes retos que enfrentó este plan: el suministro.
Si bien las empresas ajustaron al máximo sus tiempos de ejecución y señalaron ser capaces de terminar la obra en 30 días, Giovannone explica que “el proveedor de los caños en Brasil no podía cumplir con esos 13,2 km en cuatro semanas. Entonces se apeló a la fábrica de Argentina del PEAD”.
Aunque originalmente el plan era tener solo 10 kilómetros con caño de fundición dúctil, las gestiones ‒que se dieron incluso a nivel gobierno‒ lograron que la fábrica Saint-Gobain dedicara su producción exclusivamente para la obra de OSE. “Eso hizo que de los 10 km originales de fundición dúctil nos fuéramos a 11,3, porque fundición dúctil le fue ganando al PEAD. Este fue otro de los desafíos de la obra en el día a día; era ‘miren que están llegando más camiones de fundición dúctil, seguimos un poquito más’”, explica Giovannone.
AGILIDAD Y ESFUERZO
El papel de OSE en la gestión de suministros fue otro de los aspectos claves para el éxito del proyecto. Para que la obra pudiera ser terminada en tiempo y forma, OSE debió trabajar con proveedores locales e internacionales y contó, también, con la colaboración de las oficinas de compra de las empresas constructoras. Las piezas, finalmente, llegaron desde China, Israel, Chile, Argentina y Brasil. “El trabajo que hizo OSE con el Ministerio de Transporte también fue vital”, sostiene el director del proyecto, Gastón Giovannone. Así, se negoció una flexibilización para que los camiones provenientes de Brasil con ocho caños de fundición dúctil pudieran circular por las vías uruguayas. “De lo contrario, por reglamentación, se debería haber hecho un traspaso de caños para bajar de ocho a seis caños. Hubiéramos tardado unos 10 días más”.
El reto era aún mayor porque la colocación de ambos tipos de caños es completamente diferente: para la unión de fundición dúctil se utilizan unos aros de goma, mientras que en el PEAD se realiza una termofusión.
“También se produjeron cerca de 40 toneladas de calderería en talleres locales. Hay piezas especiales que se denominan fitting que las tiene que fabricar el fabricante de caños; pero como no iban a llegar en tiempo y forma, los técnicos de las empresas locales propusieron a OSE una alternativa: las fabricamos acá”.
TIRAR PARA EL MISMO LADO
Los primeros caños llegaron de Brasil el 5 de julio y el bombeo comenzó el 10 de agosto. Para que esta obra pudiera ser realizada en 35 días fue vital el compromiso de todas las personas involucradas. Así lo destacan tanto Ruibal como Giovannone.
Durante el desarrollo de este proyecto “estábamos en plena negociación colectiva con el sindicato y contamos con la buena voluntad del Sunca para que esta obra no tuviera medidas sindicales. Nunca se paró”, dice Ruibal.
Para Giovannone, la cooperación “al pie del cañón” por parte de empresas que en la cotidianidad son competidoras fue digna de admirar. “Teníamos un subjuego donde cada una de las cuadrillas de alguna manera hasta competían para ver quién colocaba más metros. Pero también había un juego superior que era de una ayuda mutua entre los responsables en obra de las empresas. Si alguna empresa se quedaba sin caños, la otra empresa que tenía de más le daba; si otra se quedaba sin aros de goma, se le prestaba. Esa dinámica de trabajo fue lo que también nos permitió lograr el objetivo”.
Desde los equipos de ingeniería ‒que elaboraron en tiempo récord el proyecto ejecutivo‒, hasta OSE ‒que manejó con cierta flexibilidad los cronogramas regulares‒ y los propietarios de los campos vecinos que permitieron el ingreso a sus predios, todos pusieron su granito de arena para lograr que fuera posible bombear 200.000 m3 de agua por día de ser necesario.
“En este tipo de obra vos podés tener el 99.95% de la obra realizada y si te faltan dos piezas no podés bombear”, explica Giovannone, “no solamente cada una de las empresas, sino cada uno de los ingenieros, los técnicos, topógrafos, capataces, peones, oficiales, encargados, maquinistas, todos eran conscientes de esto. Cada partecita, por más chica que pareciera, era muy importante para poder prender la llave y bombear agua”.
En el trabajo de tubería se excavó en el entorno de 200 mil m3 de tierra, mientras que en la zona de la toma de agua el movimiento de suelo fue de unos 40 mil m3. Además, se fabricaron 40 toneladas de calderería en talleres locales y, en promedio, trabajaron 90 operarios por mes, 40 máquinas y un equipo de ingeniería de entre 30 y 40 personas.
LECCIONES APRENDIDAS
Tanto Ruibal como Giovannone llegaron a conclusiones muy positivas después de este exigente proyecto. Para el presidente de la Cámara de la Construcción, “una vez más la industria de la construcción y la capacidad de la ingeniería uruguaya demostraron estar a la altura de los desafíos”.
Asimismo, la celeridad y compromiso de los actores públicos y privados dejaron en evidencia que una cooperación eficaz es posible entre ambas partes. “A los privados se nos cayó el paradigma o se rompió el preconcepto de que con el Estado no se puede trabajar en forma ágil y eficiente. Realmente las gerencias de OSE ‒la gerencia general, la gerencia de obras, la gerencia de suministro‒ fueron muy proactivas para que esto se pudiera dar”, señala Giovannone.
Y ni qué decir del compromiso de todas las personas involucradas: técnicos, capataces, cuadrillas, ingenieros, topógrafos, maquinistas, funcionarios, equipos de compra, vecinos y un largo etcétera. “Creo que no hay antecedentes [de una experiencia de este tipo]; me parece que es algo histórico. Habla bien de la sociedad en cuanto a que hay momentos en los que toca ponerse todos del mismo lado para empujar y acá se pusieron las empresas, el sindicato y el gobierno”, concluye Ruibal. En definitiva, una experiencia desafiante de la cual salió airoso el ecosistema en su conjunto.