MACA, arte en construcción
octubre 18, 2021
Por Carla Rizzotto
En el predio de la Fundación Atchugarry, en Maldonado, se levanta el Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry (MACA). Con una singular geometría diseñada por Carlos Ott, y plasmada en una inédita estructura de madera y aluminio por la empresa de la familia Atchugarry, la obra transforma la fisonomía del entorno y propone un nuevo enclave cultural.
Todo lo que surge como un sueño para Pablo Atchugarry termina volviéndose monumental; tan gigante como sus propias esculturas, que llegan a alcanzar los casi nueve metros de altura. Así, la idea de construir un pabellón dentro de la fundación dedicado al arte latinoamericano acabó convirtiéndose en un edificio concebido como una obra artística en sí misma, de cinco mil metros cuadrados de superficie, y erigido sobre una estructura de madera sin precedentes en Uruguay.
“Un día Pablo nos dijo que había encargado el diseño del Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry (MACA) al arquitecto Carlos Ott. En junio de 2018 fuimos a su estudio, nos sentamos en una sala y sobre la mesa había unos planos. Él aún no había llegado y le comenté a Fede: ‘mirá qué impresionante ese proyecto’; él me contestó que no podía ser el museo, que debía ser la terminal de un aeropuerto”, recuerda Gastón Atchugarry –director de Atchugarry A&C, empresa a cargo de la obra– sobre el día en que junto a su primo Federico Atchugarry –ingeniero del proyecto– vieron el boceto del MACA por primera vez.
La geometría ondulada los deslumbró. Pero al mismo tiempo les planteó un desafío constructivo enorme: encontrar los materiales capaces de reproducir esas siluetas curvas que parecen olas y que acompañan la sinuosidad del terreno. Luego de realizar un estudio sobre el uso de la madera con fines estructurales en el mundo y su viabilidad en este proyecto puntual, finalmente se decidió apostar por la madera como elemento protagónico.

“La forma se podría haber logrado con una estructura metálica, pero no hubiese tenido el mismo resultado estético o la misma calidez”, precisa Federico. Es la madera quien propone un diálogo con el entorno de naturaleza que la rodea; mientras que en el interior del museo procura un vínculo sin interferencias con las obras de arte que allí se exhiban. La especie Eucalyptus grandis, cultivada en Uruguay, fue la elegida al imponerse frente a otras como el alerce y el abeto. Sus propiedades mecánicas (densidad y resistencia) y sus cualidades estéticas (color y ausencia de nudos) pesaron al momento de suscribir una preferencia. También incidió su carácter local, incluso por encima de la ecuación económica.
Es que la estructura del museo demandó la fabricación de vigas de dimensiones que –según Federico– no se comercializan en el mercado local. Por este motivo, la madera debió ser exportada a Francia para confeccionar las piezas y luego traerlas de regreso a Uruguay para su ensamble en el lugar. “Resultó más costoso que trabajar directamente con una madera de Europa, pero elegimos un producto nacional para potenciarlo y mostrarle al mundo que es apto para construcciones de estas características”, señala el ingeniero.
LA PROPUESTA
Arte del siglo XX y XXI se expondrá en el MACA. Habrá una importante presencia de pintores y escultores uruguayos como Gonzalo Fonseca, María Freire, Wilfredo Díaz Valdez, Joaquín Torres García y Rafael Barradas, entre otros. Además, se exhibirá el talento de latinoamericanos de la talla de Julio Le Parc, César Paternosto, Gyula Kosice, Artur Lescher y Tulio Pinto. El museo tendrá una colección permanente, con siete piezas icónicas como las de Louise Nevelson, Frank Stella y Sebastián Matta, y también muestras internacionales itinerantes..
En detalle, la firma francesa se encargó de procesar la madera, encolarla y prensarla, y luego cortar las distintas piezas mediante una máquina de control numérico. “Se ingresó el diseño tridimensional hecho por computadora y, en base a ese modelo, la máquina ejecutó las perforaciones y los cortes exactos”, explica Federico. Aquí no hubo una pieza idéntica a la otra; sin embargo, esta tecnología permitió ensamblar los fragmentos como si fuera un gran puzle.
El trabajo fue relativamente sencillo ya que estaba todo calculado; igualmente, dos operarios franceses viajaron a Punta del Este para ejecutar el montaje junto a la mano de obra uruguaya.
Un procedimiento similar se llevó adelante para instalar la cubierta de aluminio que reviste el techo y parte de la fachada del museo (hasta la altura de las puertas). “Se optó por un sistema cuya capa superior está compuesta por chapas engrafadas de diversas formas. Estéticamente quedan muy bien, insumen menos mantenimiento que una membrana impermeable y permiten copiar la doble curvatura de la cubierta”, explica Federico. Producidas en Alemania, las chapas llegaron codificadas a fin de garantizar una instalación precisa; no obstante, en el montaje también intervinieron técnicos del país europeo.
EN AUMENTO
Con el paso del tiempo, el proyecto fue incrementando su superficie, al punto de casi duplicarla. “En contextos normales, Pablo vive parte del año en Lecco, Italia, y Carlos viaja constantemente, pero la pandemia los obligó a quedarse en Uruguay; entonces se juntaban y pensaban. Al final, lo terminamos sufriendo porque siempre surgía algo nuevo”, bromea Gastón.
Originalmente, el proyecto se desarrollaba en una sola planta destinada a dos salas de exposición, más un nivel inferior para depósito de obras de arte. Ese depósito se transformó luego en otras dos salas, y se agregó un tercer nivel para uso del personal. En suma, ahora cuenta con tres espacios para muestras itinerantes y uno para la colección permanente de la fundación (ver recuadro). Se añadió también un auditorio con cine para 100 personas, una cafetería y una estructura en madera que oficiará de hall de distribución ya que conecta los edificios existentes de la fundación con el MACA.

El MACA marcará la vida de los Atchugarry ya que una buena parte del clan está ligado al proyecto: Gastón y Mariana (hijos del fallecido Alejandro y sobrinos de Pablo) están al frente de la empresa a cargo de la obra; Federico (hijo de Marcos y sobrino de Pablo) es el ingeniero del proyecto; Piero (hijo de Pablo) es el presidente del board curatorial del museo; y Silvana Neme (esposa de Pablo), su directora ejecutiva.
Aunque la obra se financia con inversión privada, se creó una Asociación de Amigos para aceptar donaciones que ayuden a costear el mantenimiento del MACA, y en un futuro se formará un Comité de Adquisición a fin de poder adquirir obras para incrementar el acervo.
La dimensión de la obra demandó la construcción de un estacionamiento pavimentado y la ejecución y reparación de la caminería interna del predio, que permitirá recorrer el parque de esculturas a pie o en carritos eléctricos durante las visitas guiadas. “Sumando las áreas de los pabellones existentes no se llega ni a la mitad de la superficie del MACA. Es una gran apuesta de la fundación”, dicen los Atchugarry, quienes trabajan contra reloj junto a otros miembros de la familia para llegar a la gran inauguración prevista para el próximo 8 de enero.
